Kaliman, el hombre increible
Registrarse
Advertisement

R06 LAS MOMIAS DE MACHU PICHU

PERSONAJES[]

Esteban Siller, Jaime Vega, Carlos Puliot, Ricardo Lezama

LOCALIZACIÓN GEOGRÁFICA[]

  • Lima, Perú
  • Abancay, Perú
  • Cuzco, Perú
  • Cordillera de los Andes, Perú
  • Machu-Pichu, Perú
  • Tayrona, Perú
  • Irimá, Perú
  • Selva Amazónica del sureste del Perú
  • Sicuaní, Perú
  • Piscali, Perú
  • Atimbambo, Perú
  • Valle de las Sombras, Perú
  • territorio de los Paracas, Perú
  • monte Iguazú, Perú

Lima, Abancay, el Cuzco, la cordillera de los Andes y Machu-Pichu son lugares reales en el Perú, pero Irimá, Piscali, Atimbambo y el Valle de las Sombras son sitios ficticios. En la vida real los tayronas y los quimbayas (ver Rosalba) son etnias indígenas originarias de Colombia; en el Perú no existe una población con el nombre de Tayrona. En el sur del departamento del Cuzco sí existe una población llamada Sicuani (no Sicuaní), pero no es una ciudad de ruinas incas. También existe un Parque Nacional de Paracas en el que en el pasado habitó un grupo étnico de ese nombre, pero está localizado en la costa del Pacífico y no en la orilla este, boliviana, del lago Titicaca. Iguazú es el nombre de un río que forma las cataratas más impresionantes de Suramérica, en la frontera entre Argentina y Brasil; en el Perú no hay una montaña llamada así. La lengua de los incas es el quechua, no quechúa.

ARGUMENTO[]

Kalimán y Solín llegan a Lima, en el Perú, y después de ser recibidos por agentes policiales que facilitan su entrada al país deciden visitar los sitios turísticos de la ciudad. Esa noche, en el restaurante de su hotel, Kalimán se fija en una hermosísima mujer de largos cabellos negros que ocupa una mesa cercana a la suya. La mujer deja caer un arete, una reproducción de una máscara sagrada de los incas, pero para cuando Kalimán se levanta para devolvérselo ella ya se ha ido.

Al día siguiente, Kalimán y Solín deciden visitar el Museo Arqueológico de Lima. Desde que entran Kalimán advierte que son seguidos muy de cerca por el vigilante del museo, quien por alguna razón parece encontrarlos sospechosos. Kalimán decide no darse por enterado y prosigue su visita hasta una sala que contiene estatuas en tamaño natural de antiguos guerreros incas adornados con las joyas del imperio. Una de ellas representa a Manco Capac, el fundador del imperio inca, quien sobre su rostro lleva la joya más preciada del museo, la Máscara del Sol, símbolo del poderío del soberano de los incas. De pronto, en la oscuridad Kalimán descubre a la misma mujer que viera el día anterior, habla con ella y le devuelve su arete. Solín mientras tanto se queda en el salón de las estatuas, y de pronto observa que una de ellas mueve sus ojos. Informa a Kalimán de lo que ha visto, pero en un principio este no le cree. Eventualmente también Kalimán nota que algunas de las estatuas parecen moverse, y mientras intenta investigar más de cerca, una de las estatuas del museo parece cobrar vida y golpea a Solín dejándolo sin sentido. Kalimán se percata de ésto demasiado tarde, y poco después también él es atacado; otra de las estatuas se lanza sobre él y a traición le asesta un fuerte golpe en la cabeza con un hacha de pedernal que también lo deja sin sentido.

Kalimán y Solín pasan varias horas sin conocimiento, y cuando despiertan se encuentran rodeados por un grupo de policías: la Máscara del Sol ha sido robada y el vigilante del museo, un tal señor López, asegura que Kalimán y Solín son miembros de la banda que cometió el asalto; según él Kalimán y Solín fueron traicionados por sus cómplices y dejados ahí para enfrentar a la policía. Kalimán explica que vio algunas de las estatuas del museo moverse antes de ser atacado, pero López asegura que esas estatuas nunca han existido, con lo que Kalimán empieza a sospechar de él como cómplice del robo: como vigilante del museo López debería haberse dado cuenta de la existencia de esas tres estatuas que ahora hacen falta. El inspector de policía, un hombre llamado Martínez, le dice a Kalimán que los ladrones abandonaron el museo por la azotea, y ante las acusaciones de López decide llevarlo a él y a Solín presos a la comisaría.

Mientras tanto en una zona arqueológica cercana al Cuzco dos hombres descubren una guaca, una tumba inca que resulta contener oro y esmeraldas. Uno de los guaqueros, un joven llamado José María Arango, corre emocionado a avisarle a su novia, una hermosa india rubia llamada Rosalba, mientras el otro se queda vigilando la guaca. José María explica a Rosalba que piensa informar del descubrimiento a las autoridades, y con el dinero que obtengan del gobierno podrá por fin financiar su matrimonio. Rosalba decide vencer su miedo y entrar a la cueva donde se hizo el descubrimiento, pero al llegar allí ella y José María descubren que el segundo guaquero ha sido asesinado, al parecer alguien lo ha ahorcado. En ese momento surge de entre las sombras la figura de un viejo hechicero, Viracocha, quien le dice a José María que como profanador de una tumba inca se ha hecho objeto de muchas maldiciones. José María acusa a Viracocha de haber asesinado al guaquero, y Viracocha responde que no fue él sino la momia que había en la guaca y que ahora parece haber abierto los ojos y crispado las manos. Luego, Viracocha toma posesión de la guaca para volver a enterrarla y le ordena a José María y a Rosalba no regresar jamás, bajo pena de despertar la ira del dios Pachamac. Cuando se queda solo, Viracocha masculla acerca de la belleza de Rosalba y acerca del hecho de que pronto estará en posesión de la Máscara del Sol, indispensable para el resurgimiento de la gloria del antiguo imperio inca.

En el cuartel policial de Lima Martínez y su superior, el comandante Ramírez, jefe de la policía de la ciudad, continúan con el interrogatorio de Kalimán, quien les revela a los policías sus sospechas acerca de la posible complicidad del señor López en el asalto. Cuando los policías se van Kalimán y Solín se quedan solos en su celda y Kalimán decide escapar pues sólo así le será posible demostrar su inocencia. Haciendo uso de su ventriloquía hace como si una mujer gritara en el otro extremo de la estación de policía, y cuando sus guardias van a investigar procede a abrir su celda con la hebilla del cinturón de Solín, lanzándose luego a la fuga. Él y Solín van directamente al Museo Arqueológico, al que logran entrar por la azotea. En los corredores del museo pronto se encuentran con el cadáver del señor López, quien acaba de ser asesinado de una puñalada. Entre las sombras Kalimán descubre otra vez la figura de la misteriosa mujer de cabellera negra, quien logra desaparecer sin dejar rastro; ahora Kalimán sospecha que ella está implicada no sólo en el robo de la Máscara del Sol, sino también en el asesinato de López. Registrando el museo, Kalimán y Solín descubren huellas de pisadas que sólo pueden pertenecer a los ladrones, y en las huellas descubren una tierra rojiza que según Kalimán sólo existe en una zona del Perú: el Cuzco. Kalimán deduce que seguramente los ladrones venían de allí, y como esa es su única pista decide seguirlos hacia allá.

Mientras tanto, Ramírez descubre la fuga de Kalimán y deduce que debe haberse dirigido de vuelta al Museo Arqueológico. Cuando la policía irrumpe en el museo Kalimán y Solín intentan esconderse dentro de los sarcófagos de las momias incas. Sin embargo Solín, respirando el polvo de las tumbas milenarias no logra contenerse y tose revelando así su escondite. Ramírez encuentra el cadáver de López, y ante el intento de fuga de Kalimán queda completamente convencido de que él es su asesino. Inicialmente Kalimán intenta convencer al policía de su inocencia, pero sabiendo que hay demasiados indicios en su contra y temiendo verse envuelto en un complicado juicio que dé tiempo a los verdaderos ladrones de escapar, Kalimán decide fugarse de nuevo de la policía y efectúa un experimento de hipnotismo colectivo: mientras los policías, incluído Ramírez, creen que Kalimán y Solín se elevan por los aires y disparan contra sus imágenes, los verdaderos Kalimán y Solín se escabullen por las sombras del museo hasta la calle, donde roban un carro patrulla de la policía para conducirlo a la estación de ferrocarril. El comandante Ramírez pronto informa de la huida de Kalimán a toda la policía de la ciudad que se apresta a vigilar carreteras, estaciones y aeropuertos para evitar que Kalimán escape. Por medio del radio de la autopatrulla Kalimán se entera de lo que sucede y se dirige a los patios de la estación de trenes para intentar escapar, pero su vehículo es descubierto por la policía que lo obliga a detenerse. Kalimán y Solín continúan su huida a pie y solo logran escapar de la policía disfrazándose de mendigos y escondiéndose entre los cubos de basura. Eventualmente logran llegar a la estación de trenes, donde Kalimán logra saltar con Solín a un tren en marcha que se dirige al sur, hacia la ciudad andina de Abancay.

En el Cuzco, José María cae presa de una violenta fiebre y Rosalba, muy preocupada, vence todos sus temores y regresa a la cueva de las guacas para entrevistarse con Viracocha y obtener de él algún medicamento que cure a su prometido. Viracocha le responde que un medicamento no es necesario, José María se curará. Sin embargo le dice a Rosalba que ella misma es quien tiene algo que temer: por sus venas corre sangre de los reyes incas, y siendo rubia y hermosa ha sido escogida para desposar al Hijo del Sol. Rosalba, aterrada y sin comprender, sale de la cueva y regresa a donde está José María, quien efectivamente se repone unas horas más tarde. Rosalba le relata entonces su entrevista con Viracocha.

Sabiendo que habrán policías en todas las estaciones de ferrocarril del Perú listos para aprehenderlos Kalimán y Solín deciden llegar al Cuzco por caminos intransitados evadiendo las grandes ciudades; saltan a tierra antes de que su tren llegue a Abancay e inician una larga caminata. Después de muchas horas de camino Kalimán decide intentar comprar ropa más caliente para Solín y tal vez un par de caballos. Con ese objeto entra a una casa perdida en la montaña, donde un amistoso campesino les ofrece comida y les vende dos briosos caballos.

Los verdaderos ladrones de la Máscara del Sol logran evadir el cerco de la policía de Lima usando una avioneta alquilada previamente en la que vuelan al Cuzco, donde se encuentran con Viracocha en su cueva. Allí le entregan la preciosa joya al hechicero, quien explica que ahora deberán llevarla a Machu-Pichu y entregarla a un hombre, el guerrero Comahué, a quien Viracocha llama Hijo del Sol. Según una antigua leyenda un guerrero aparecerá de entre los incas y conducirá a su pueblo a la reconquista de su grandeza. La Máscara del Sol es un poderoso símbolo que identificará a ese Hijo del Sol. Otro signo es que reinará acompañado de una mujer que aunque de ancestro indígena será rubia y de ojos azules. Sólo una mujer en todo el Perú reúne esos requisitos: Rosalba, y así Viracocha lleva a cabo un plan fraguado muchos meses antes, y por medio de un hechizo ordena a la hermosa muchacha a acercarse a la cueva. Rosalba y José María están en la casa de la muchacha discutiendo planes para su matrimonio, cuando súbitamente la muchacha palidece intensamente y al parecer hipnotizada responde al llamado de Viracocha. José María la sigue desesperado, y a la entrada de la cueva se encuentra con el hechicero y los ladrones, quienes le asestan un fuerte golpe en la cabeza y luego inician su caminata a Machu-Pichu llevándose consigo a Rosalba y a la Máscara del Sol.

Kalimán y Solín prosiguen su camino a caballo por entre las montañas hasta que en un desfiladero son sorprendidos por un alud del que solo pueden escaparse entrando a una cueva. Ahí pasan la noche, pero al amanecer descubren que la vereda por la que cabalgaban ha sido destruída por el alud, la entrada a la cueva en la que se encuentran desemboca ahora directamente a un precipicio completamente intransitable. Sin embargo escuchan los relinchos de los caballos, quienes de alguna manera han logrado salir al exterior, y así encuentran un pasaje por el que los caballos salieron. Un hondo abismo separa la segunda entrada de la cueva del sitio donde están los caballos, y Kalimán tiene que saltar llevando en sus hombros a Solín. El salto es lo suficientemente largo como para franquear el abismo, y así Kalimán y Solín consiguen proseguir su camino.

Cuando días más tarde llegan a la ciudad sagrada, Viracocha lanza una piedra sobre una gran roca que tañe como si fuera una campana anunciando su llegada. De entre las sombras surge la figura de Comahué, un hombre blanco, rubio y ataviado con una lujosa indumentaria inca. El hechicero Viracocha se hinca ante él y ceremoniosamente le entrega la Máscara del Sol. Inicialmente Comahué se muestra extrañado ante la presencia de la india Rosalba, quien sin sentido es cargada por uno de los ladrones del museo, pero ante la explicación de Viracocha acerca de la importancia de la muchacha para identificarlo como Hijo del Sol, Comahué acepta convertir a la hermosa mujer en su esposa. Los ladrones del museo piden entonces su paga por los servicios prestados, y Comahué, sonriente, los lleva ante un precipicio en donde dice yace un tesoro con mucho oro. Sin embargo, cuando los ladrones se disponen a bajar por el risco para buscar su recompensa, Comahué los empuja al vacío, hacia sus muertes.

Kalimán y Solín logran llegar al Cuzco, donde Kalimán observa que la tierra de la zona es similar a la que los ladrones dejaron en el suelo del museo de Lima. Cansados buscan una cueva para descansar, pero entrando a una un hombre se lanza contra ellos armado con un machete. Kalimán lo vence fácilmente con un dardo somnífero, y el atacante, que no es otro que José María Arango, cae derrumbado a sus pies. Horas más tarde recobra el conocimiento y explica a Kalimán que el hechicero del pueblo, Viracocha, hizo venir a tres espectros del más allá, uno de ellos ataviado con una máscara que brillaba como el sol, y que se llevaron con ellos a su novia, la hermosa india Rosalba, extrañamente hipnotizada. Kalimán deduce que se trata de los ladrones del museo y decide lanzarse tras ellos. José María insiste en acompañarlos en su misión en calidad de guía.

Mientras tanto, en Machu-Pichu, Comahué se presenta ante un grupo de jefes incas liderados por un sacerdote llamado Zacchú para convencerlos de que él es en realidad el Hijo del Sol. Los jefes incas inicialmente se muestran escépticos ante la aseveración de Comahué, pero el guerrero logra convencerlos, primero mostrándoles el cuerpo sin sentido de la india Rosalba quien dice se convertirá en su esposa, y luego colocándose sobre su rostro la Máscara del Sol que Viracocha pone en sus manos. El simbolismo de la Máscara del Sol es poderoso, y los jefes incas caen de hinojos ante Comahué, mientras que desde las sombras Viracocha sonríe complacido. Comahué se dirige entonces hacia el hechicero, y ante el asombro de los jefes incas clava un puñal en el pecho del anciano susurrándole que no dejará testigos vivos que puedan delatar la manera cómo obtuvo la Máscara del Sol. Viracocha, traicionado, cae a los pies de su verdugo y muere maldiciendo a Comahué. El asesinato de Viracocha escandaliza a los jefes incas, quienes vuelven a dudar de que Comahué sea en realidad el Hijo del Sol y exigen de él más pruebas de su identidad. Comahué los guía hacia el exterior de uno de los templos y señala hacia una montaña. Luego levanta los brazos, y ante la estupefacción de todos los presentes una explosión ensordecedora cimbra la montaña hasta sus raíces y la hace desmoronar. Los jefes incas descubren así que Comahué no solo lleva la Máscara del Sol en su rostro y tiene a la rubia india Rosalba como su compañera, sino que además tiene el poder de destruír montañas con un simple gesto. Ante esto se postran ante él y lo reconocen como su jefe espiritual, el Hijo del Sol. Kalimán, Solín y José María no se encuentran lejos en de la montaña que hace explosión, y un gigantesco derrumbe arrastra sus caballos hacia un abismo. El camino que comunica a Machu-Pichu con el norte queda cortado y la ciudad queda aislada de buena parte del resto del Perú.

Comahué ordena que los jefes incas hagan venir a sus hombres a Machu-Pichu, y días después centenares de nativos convergen en la ciudad sagrada. Afirmando que bajo su liderazgo quinientos años de dominación por el hombre blanco terminarán, Comahué arenga a los nativos y los insta a convertirse en guerreros que se lanzarán contra pueblos y ciudades peruanas. Las palabras del Hijo del Sol son órdenes para los nativos, y a los pocos días una horda de centenares de indios convertidos en guerreros salen de Machu-Pichu dirigiéndose hacia el sur, donde Comahué piensa desencadenar una ola de terror y muerte. Para ese entonces Rosalba ha despertado del hechizo de Viracocha, y aunque inicialmente se muestra muy rebelde, con la ayuda de piscá, un brebaje que preparan los jefes incas, Comahué logra que los acompañe hacia el sur voluntariamente; a partir de ese momento Rosalba deberá ser llamada princesa Quimbaya, digna compañera del guerrero Comahué.

Los estragos que la explosión ha causado en la montaña dificultan grandemente el avance de Kalimán y sus amigos hacia Machu-Pichu, y para cuando por fin avistan la ciudad las huestes de Comahué ya han partido hacia el sur. Kalimán se dispone a perseguirlos cuando un francotirador dispara sobre él. Dejando a José María y Solín protegidos entre las rocas, Kalimán da un rodeo y se lanza sobre su atacante. Sobreviene una pelea en la que el tirador logra golpear a Kalimán con una gigantesca piedra y zafarse de él. Corre tratando de escapar, pero llega al borde de un precipicio donde nervioso tastabillea y cae hacia su muerte. Un grupo de trabajadores peruanos que repara la vía de Machu-Pichu hacia el norte escucha los disparos y descubre a Kalimán y a sus amigos en la lejanía. Informan al coronel Montiel, el comandante del ejército peruano en la zona, de que un hombre vestido con un extraño traje blanco se encuentra por allí y estuvo inmiscuído en una balacera, y con esto las autoridades peruanas localizan por fin el paradero de Kalimán.

Cuando Kalimán, Solín y José María llegan por fin a Machu-Pichu descubren los cadáveres de Viracocha y de los ladrones del museo de Lima. Cansados deciden guarecerse en uno de los templos principales de la ciudad. Solín encuentra una larga escalera que desciende hacia una cámara subterránea donde han sido colocados extraños frutos en un cuenco. Hambrientos, Kalimán y sus amigos deciden comer de los frutos, pero pronto caen en un extraño sopor. Solín y José María pronto pierden el sentido, pero Kalimán, más resistente, empieza a ver alucinaciones. Un grupo de momias incas se yergue ante él, y guiándolo ante lo que ellas dicen es el oráculo de Rimac le muestran en las aguas de una fuente la cara de un hombre rubio, Comahué, cubierta por una máscara de oro. Las momias incas le dicen a Kalimán que está prdestinado a enfrentarse con Comahué y le informan la dirección en la que partieron sus huestes: el sur. Eventualmente Kalimán cae a tierra bajo los efectos soporíferos de las extrañas frutas, y su visión macabra se desvanece. Al amanecer los tres amigos despiertan sin daño alguno y descubren a un grupo de momias en un rincón de la cámara subterránea. Kalimán toca una de ellas, y al instante todas se convierten en montones de tierra negruzca que se esparcen en el viento.

Esa misma tarde el ejército nacional peruano llega a Machu-Pichu en busca de Kalimán. Cuando lo descubren junto a Solín y José María los soldados empiezan a disparar, y los tres amigos tienen que correr a esconderse entre las ruinas. En su carrera Kalimán descubre un agujero en el acantilado que rodea a Machu-Pichu algunos metros debajo de la orilla del precipicio, y ordena a José María y a Solín esconderse ahí. Kalimán se queda de pie al borde del abismo esperando la llegada de los soldados y al verlos les anuncia que se propone suicidarse, prefiere la muerte a dejarse capturar. Con esas palabras se lanza al vacío, pero se agarra de un arbusto cerca del agujero donde están José María y Solín, ocultos de la mirada de los soldados por una espesa niebla. Pocas horas después Montiel y Ramírez llegan a Machu-Pichu y son informados de lo sucedido. Montiel ordena que al otro día los cadáveres de Kalimán y sus amigos sean buscados, pero antes de que eso suceda, esa misma noche, los fugitivos descienden por el acantilado hasta el río, perdiéndose luego en la noche. Montiel y Ramírez nunca hallan el cuerpo de Kalimán, pero aún así tienen que asumir que murió. Dando el caso por cerrado, Ramírez regresa a Lima, mientras que Kalimán, Solín y José María se lanzan en persecución de Comahué. Atraviesan las montañas corriendo graves peligros. Por ejemplo, en el Valle de los Cóndores Solín roba el huevo de lo que resulta ser un gigantesco cóndor, y una manada de éstos animales terminan atacando a los expedicionarios; solamente la astucia de Kalimán logra salvarlos.

En su viaje al sur Comahué decide detenerse en un valle rodeado de altas montañas. Cansado llama a Rosalba, su "princesa Quimbaya", para disfrutar de su compañía, pero la muchacha, a la que se le han pasado los efectos del brebaje, se muestra extremadamente rebelde, llegando a herir a Comahué con un puñal que lleva consigo. Esto es algo que Comahué no puede tolerar, y así ordena que Rosalba sea llevada a lo alto de una montaña cercana y que sea abandonada allí por algunas horas atada a un madero y expuesta al viento y al agua. Con eso Comahué espera someter de alguna manera la voluntad de la muchacha, aunque no tiene muchas esperanzas de lograrlo. Sin embargo sabe que la presencia de la rubia india acompañándolo voluntariamente en su papel de Hijo del Sol es importante, y la rebeldía de la muchacha lo preocupa. Zacchú, uno de los jefes incas, propone a Comahué una solución a su problema: sugiere que se emplee en Rosalba un método de trepanación de cerebro inca cuyo efecto es la destrucción de la voluntad de los pacientes. Comahué accede a que la operación sea llevada a cabo, y una gigantesca esmeralda es insertada en la base del cuello de Rosalba, privándola de su voluntad. Para probar la efectividad de la operación, Comahué ordena a Rosalba asesinar a un nativo de una puñalada, algo a lo que la india accede sin titubear. Este acto reaviva las sospechas de Zacchú, quien no puede creer que el verdadero Hijo del Sol sea lo suficientemente sanguinario como para hacer matar a uno de sus soldados de una manera tan fría.

Poco después la comitiva de Comahué continúa su viaje hacia el sur dejando a su paso una ola de desolación y muerte. El poblado de Tairona, un villorrio que contiene una mina de esmeraldas, es destruido completamente debido a lo que Comahué afirma son órdenes del dios Pachamac; después de los ataques Comahué ordena a sus hombres recoger cualquier cosa de valor del poblado. Cuando las hordas de Comahué han completado su saqueo, prosiguen su marcha hacia el sur, siempre en busca de nuevos poblados que atacar. Eventualmente Comahué y sus hombres llegan a las ruinas de una imponente ciudad inca ostensiblemente gobernada por la hermana de Comahué, una mujer llamada la princesa Pekembá. Mientras los hombres de Comahué y Pekembá se funden en un sólo grupo, la princesa conduce al guerrero Comahué hasta un templo inca donde al abrigo de miradas curiosas la actitud del uno con el otro cambia dramáticamente. Dejando de lado cualquier ceremonialidad, Comahué se quita la máscara del sol y habla con Pekembá refiriéndose a ella como Vivian; ella lo llama a él Pierre. Pekembá, quien no es otra que la misteriosa mujer de cabellos negros que Kalimán viera en Lima, se revela como la organizadora del robo de la Máscara del Sol del museo de Lima y la asesina del señor López; junto a Comahué, en realidad un estafador francés llamado Pierre Lafont, organizó una serie de engaños a distintas personas, entre ellos el hechicero Viracocha, que culminaron con la proclamación de Comahué como Hijo del Sol.

El anciano Zacchú interrumpe la conversación de Comahué y Pekembá y les informa que afuera los espera un jefe inca que habita en la zona amazónica, Irimá, el líder de un grupo de valientes guerreros quienes atraídos por los rumores de la reaparición del Hijo del Sol ha venido a verlo. Comahué, con la Máscara del Sol sobre su rostro sale al exterior y se entrevista con Irimá, quien exige pruebas de su identidad. Comahué tensa entonces un arco en el que coloca una flecha en llamas que dispara hacia el cielo, e inmediatamente se produce una gigantesca explosión que hace temblar la tierra. Irimá y sus hombres caen de hinojos para venerar al Hijo del Sol, y aún la misma Pekembá mira a su cómplice muy sorprendida. Irimá se declara vasallo de Comahué, y como primer servicio le advierte que un hombre vestido de blanco lo persigue. Pekembá deduce inmediatamente que se trata de Kalimán, previene a Comahué contra él y le aconseja ordenar matarlo, pues ella sabe que es un hombre extremadamente peligroso. Comahué acata la sugerencia de Pekembá y ordena a Irimá y sus hombres atacar y matar a Kalimán.

Horas después la orden de Comahué es obedecida, y en un recodo del camino una lluvia de flechas cae sobre Kalimán y sus amigos. Kalimán rodea a sus atacantes y se lanza sobre ellos, pero la superioridad numérica de sus enemigos termina venciéndolo y pierde el sentido ante el ataque del mismo Irimá. El nativo intenta acabar con Kalimán ahí mismo, pero Solín interviene y con su honda lanza una piedra al indio que le da tiempo a Kalimán para recuperar el sentido, lanzarse contra sus atacantes y lanzarse con José María y Solín a la fuga. Buscan refugio en un templete incaico, pero Irimá los obliga a salir utilizando humo. Al salir, son capturados uno a uno por sus atacantes. Kalimán y sus amigos recobran el sentido atados a postes de madera, donde sin mucha ceremonia Irimá y sus hombres se disponen a flechearlos. Kalimán hipnotiza a sus atacantes y les hace creer que sus arcos se han convertido en serpientes, y así los guerreros incas huyen despavoridos. Kalimán, Solín y José María pasan entonces muchas horas atados a los postes, pero eventualmente Kalimán logra romper sus ataduras y continúa su camino.

Para continuar hacia el sur debe cruzar un puente natural que franquea un peligroso abismo, el Puente del Inca, pero ante su sorpresa descubre que el mismo está guardado por un gigantesco nativo de más de tres metros de estatura, el Gigante de los Andes, quien sin ningún preámbulo se lanza contra él intentando tirarlo al vacío. Kalimán intenta defenderse lanzando dardos somníferos contra su contrincante, pero descubre que éstos no hacen efecto en el gigante. Sin otra alternativa Kalimán se lanza a un combate mano a mano contra su adversario, a quien solo puede vencer oprimiendo nervios en su cuello que lo enceguecen temporalmente. El Gigante de los Andes termina entonces por soltar a Kalimán, pero enceguecido se acerca a la orilla del puente y cae al vacío hacia su muerte.

El jefe Irimá, escondido entre los arbustos, ha presenciado la pelea de Kalimán contra el Gigante de los Andes y se muestra muy impresionado. De repente el nativo es atacado por un puma, y Kalimán interviene lanzando un dardo somnífero contra el animal. Kalimán reconoce inmediatamente a Irimá como el jefe de los indios que intentaron matarlo antes, pero a pesar de eso y ante la sorpresa del mismo Irimá cura sus heridas y pospone una entrevista con él hasta el otro día. Durante la noche Irimá escapa, y cuando al otro día Solín despierta a Kalimán para informarlo descubre que Kalimán permitió su huida deliberadamente: Irimá dejó con ellos una flecha, un símbolo de amistad, y además Kalimán espera que él los guíe hacia Comahué.

Después de arrasar más poblados y villorios mineros en su camino hacia el sur, las huestes de Comahué llegan a Sicuaní, la ciudad sagrada de los incas que contiene el Templo Mayor dedicado al sol. Comahué, satisfecho con los tesoros que ha obtenido decide llamar a Rosalba, su "princesa Quimbaya", para disfrutar de su compañía. Rosalba acude sin oponer resistencia, pero Comahué termina enfureciéndose ante la pasividad de la mujer, quien no responde en absoluto a sus besos y se comporta como una autómata. A Pekembá, que observa la escena desde las sombras, no le gusta la presencia de Rosalba tan cerca de ellos, pues sospecha que la muchacha puede ser una espía que trabaja para Zacchú. Aprovechando la furia de Comahué le sugiere a su cómplice acabar con la india. Pekembá es conciente de que Rosalba es importante para la pantomima de Comahué como "Hijo del Sol". Sin embargo propone que Rosalba podría morir "accidentalmente"; si cae al llamado Pozo de la Muerte Comahué y Pekembá podrían hacer creer a los nativos que los dioses ordenaron su muerte en honor del dios sol.

Irimá regresa a Sicuaní e informa a Comahué de su intento fallido de acabar con Kalimán, y el guerrero le exige que lo intente de nuevo, esta vez no tolerará fallos. Esa noche el nativo encuentra a lo que él cree son Kalimán y sus amigos y dispara flechas sobre ellos, luego se aleja sin inspeccionar su obra, presa de remordimientos. Kalimán sobrevive, pues esperando un ataque había preparado túmulos de tierra que aparentaban ser sus cuerpos dormidos. Esa noche Kalimán, Solín y José María llegan a Sicuaní, y atacando a los guardias de Irimá que custodian la entrada se introducen en la ciudad. Kalimán les ordena a sus amigos esconderse entre las sombras y por ningún motivo dejarse ver. Él mismo le quita la túnica a uno de los guardias que atacara y se disfraza de nativo para ir a buscar a Comahué en su propio palacio.

Mientras Kalimán se aleja, Solín y José María encuentran un escondite entre unas ruinas oscuras. De pronto descubren a dos mujeres que caminan por entre las sombras: Pekembá se dispone a cumplir los deseos de Comahué y conduce a Rosalba hacia el Pozo de la Muerte para asesinarla. Solín reconoce de inmediato a Pekembá y José María a Rosalba, y las intenciones de Pekembá pronto se hacen obvias. José María no tiene más remedio que intervenir para evitar la muerte de Rosalba, logrando además capturar a Pekembá. Preocupado por la actitud ausente y desinteresada de Rosalba, José María se aleja unos pasos intentando descubrir lo que le pasa a su enamorada; deja a Pekembá a cargo de Solín, quien la mantiene a raya amenazada con un puñal. Sin embargo la mujer no tiene intenciones de dejarse capturar por un niño, y durante un descuido de Solín lo ataca con una piedra y a gritos llama a sus guardias, quienes pronto acuden y capturan tanto a José María como a Solín y los llevan ante Comahué.

Pekembá, habiendo reconocido inmediatamente a Solín, sospecha que Kalimán tiene que estar escondido en alguna parte de la ciudad, y sugiere a su cómplice utilizar a los dos prisioneros para obligar a Kalimán a entregarse. José María y Solín son atados a postes, y Comahué anuncia a voces que serán ejecutados con flechas encendidas si Kalimán no se presenta inmediatamente. Poco antes de que los dos prisioneros sean muertos Kalimán se presenta ante la multitud y sereno camina hacia Comahué retándolo a un combate mano a mano para que pruebe que en realidad es el Hijo del Sol. Comahué replica que no tiene por qué demostrarle su poder, y Kalimán es obligado a salvar la vida de sus amigos en una prueba que le impone el falso Hijo del Sol: se le entregan exactamente tres flechas y un arco, y al mismo tiempo tres serpientes son dejadas en libertad cerca de sus amigos, quienes están atados a muchos metros de distancia. Kalimán logra flechar a las tres serpientes, lo que arranca gritos de asombro de la multitud, pero Comahué en vez de dejarlo en libertad como había prometido lo ata a un tercer poste al lado de sus amigos donde deberá pasar la noche.

Al otro día Comahué hace llamar al anciano Zacchú y le informa que esa noche se comunicó con su dios Pachamac, quien ha ordenado que Kalimán sea sometido a un horrible tormento: sus extremidades serán atadas a cuatro caballos que azuzados en direcciones diferentes terminarán destrozándolo. Sin embargo ante la sorpresa de una multitud que se ha congregado para presenciar el tormento las sogas que atan a Kalimán a los caballos se trozan antes de que sus brazos y piernas sean arrancados. Kalimán sobrevive así al tormento, y como Comahué había dado un tinte religioso a la ejecución no tiene más remedio que dejar vivo a su enemigo: Irimá y todas las huestes incas están convencidos que es la voluntad de Pachamac que Kalimán siga con vida, y Comahué no halla argumentos para contradecirlos. Así Kalimán y Solín son llevados a un calabozo bajo el templo del sol, mientras que José María es condenado a trabajar como esclavo en las minas de oro de la ciudad.

Sin embargo Comahué y Pekembá saben muy bien que tienen que asesinar a Kalimán a como dé lugar. Comahué decide ordenar eso a su esclava Rosalba; su idea es que cuando se descubra el asesinato podrá entonces tildarla de traidora y tendrá un argumento para matarla a ella también. Rosalba obedece las órdenes de Comahué sin rechistar, y llevando un puñal se dirige al calabozo donde están Kalimán y Solín. El muchacho la reconoce inmediatamente e informa a Kalimán de su identidad. Cuando ha llegado cerca de los prisioneros, Rosalba ataca sorpresivamente a Kalimán y logra herirlo en un brazo, pero no matarlo. En el forcejeo que sobreviene la muchacha se desploma de repente, y examinándola Kalimán descubre la trepanación que se le ha hecho en el cráneo.

Antes de que Kalimán pueda ayudar a Rosalba escucha que alguien se aproxima. Resulta ser el anciano Zacchú, quien viene a comprobar si Rosalba cumplió la orden de Comahué. Kalimán y Solín se tiran al suelo al lado de Rosalba, y cuando Zacchú se inclina para examinarlo lo hace su prisionero. Presintiendo que el anciano médico tiene algo que ver con la operación de Rosalba, Kalimán lo interroga y se entera exactamente de lo que hizo. La puerta del calabozo está ahora abierta, y Kalimán decide tomar el lugar de Zacchú para lograr llegar cerca de Comahué. Utilizando sus poderes de transformación facial, Kalimán adquiere las facciones de Zacchú y sale del calabozo vistiendo sus ropas; el verdadero médico es dejado en el calabozo a cargo de Solín.

Kalimán, disfrazado, llega sin problemas hasta las habitaciones de Comahué y allí se lanza contra él atrapándolo; el propósito de Kalimán es obligar al malhechor a descubrir su verdadera identidad ante el ejército inca. Pero no tiene éxito en sus planes: la princesa Pekembá descubre a Solín en los calabozos, y atacándolo por sorpresa logra vencerlo. Llevándolo prisionero ella y Zacchú se dirigen a las habitaciones de Comahué, y allí obligan a Kalimán a rendirse so pena de asesinar al muchacho. Un ataque al Hijo del Sol es según las leyes incas una transgresión que se paga con la vida, y así Comahué encuentra una excusa perfecta para matar a Kalimán sin que los hombres de su ejército puedan oponerse. Kalimán es llevado a lo alto del Templo del Sol, donde una horca ha sido preparada. Con una soga alrededor del cuello y las manos atadas en su espalda Kalimán es obligado a subir a una roca delgada e inestable; solamente se mantendrá con vida el tiempo que consiga estar absolutamente inmóvil para no resbalar de la piedra. Solín es conducido a las minas de oro, donde pronto se encuentra con José María.

Durante los próximos tres días y tres noches Kalimán permanece inmóvil en su incómoda posición, al sol y sin que se le provea de alimentos o agua mientras que Comahué y sus hombres prosiguen su misión de asesinatos y saqueos en dos poblaciones vecinas, Piscali y Atimbambo. Al final de la tercera noche una sombra se acerca a Kalimán en medio de la niebla; el jefe Irimá ha decidido saldar su deuda con Kalimán y salvarle la vida. Sin embargo el indio advierte que ahora que su deuda está saldada vuelven a ser enemigos, Irimá no dudará en matar a Kalimán la próxima vez que se vean.

Kalimán decide que lo primero que debe hacer es poner en libertad a sus amigos, y se dirige a la mina de oro donde trabajan José María y Solín. Su ataque a los guardias de la mina es muy sorpresivo, y así logra rescatar a sus amigos sin mucha dificultad. Luego se dirige al templo de las doncellas, donde Rosalba permanece presa. La encuentra fácilmente y procede a extraerle la esmeralda que tiene incrustada en el cráneo por medio de una operación que dura varias horas. En ese tiempo su fuga es descubierta, y los hombres de Comahué se dan a la tarea de buscar a los fugitivos por toda la ciudad; para cuando Rosalba recobra el conocimiento con pleno uso de sus facultades Comahué ha descubierto dónde se esconden los fugitivos y lanza a muchos de sus hombres contra ellos. Viéndose atrapado, Kalimán le recomienda a Rosalba fingir ante Comahué y aparentar que aún sigue bajo su control, luego él y Solín son encarcelados. Esa noche, Pekembá visita a Kalimán en su prisión; se siente fuertemente atraída hacia él y piensa que en vez de tenerlo como enemigo mejor sería hacerlo su cómplice. Kalimán rehusa la proposición de Pekembá y le advierte que desconfíe de Comahué, sabe que el criminal algún día la traicionará. Durante la entrevista, Kalimán constata que los dos personajes son unos impostores.

José María es regresado a las minas, y Kalimán y Solín son condenados por Comahué "a un destino peor que la muerte": serán llevados prisioneros al Valle de las Sombras. El jefe Irimá es quien deberá conducirlos hasta allí, y a pesar de que en el camino Kalimán intenta dialogar con él y hacerlo ver que Comahué es en realidad un impostor, Irimá está resuelto a cumplir con lo que se le ordenó. Al llegar a un lúgubre lugar entre cumbres andinas, Irimá hace sonar un caracol de guerra y luego se aleja presuroso dejando a Kalimán y a Solín abandonados a su suerte. Mientras Kalimán intenta librarse de sus ataduras, figuras humanoides pero muy contrahechas empiezan a rodearlos; son centenares de seres con la apariencia de hombres de las cavernas pero con una gran diferencia: les faltan los ojos. El jefe del grupo es un hombre llamado Mogol que interroga a Kalimán acerca de la utilidad de tener ojos; él nunca los ha necesitado, pues por medio del oído percibe todo lo que lo rodea. Mogol explica a Kalimán que ahora es su prisionero y va a obligarlo a él y a Solín a labrar cuevas en las laderas de las montañas. Kalimán no piensa permitir ser esclavizado y se enfrenta a los hombres sin ojos, pero la superioridad numérica de estos seres que se orientan (y golpean) con una precisión absoluta termina venciéndolo.

Mientras tanto, el comandante Ramírez de la policía de Lima deduce que los ataques a poblados del sur del Perú están relacionados con el robo de la Máscara del Sol y decide entrevistarse con el coronel Montiel. Un sobreviviente del ataque a Atimbambo parece confirmar sus sospechas y describe al jefe de las hordas que los atacaron como un hombre que llevaba en el rostro una máscara que relucía como el sol. Ramírez y Montiel deciden entonces dirigirse hacia el sur, hacia Sicuaní con efectivos del ejército peruano para acabar con esta nueva amenaza a sus poblados. Pero hombres de Irimá vigilan los alrededores de los pueblos atacados, y así logran poner a Irimá y por ende a Comahué en sobreaviso.

Kalimán intenta escapar varias veces de los hombres sin ojos comunicándose con Solín por medio de la telepatía, pero sus intentos siempre son frustrados debido a la extraordinaria percepción que ellos tienen sobre el medio que los rodea. Mogol se convence de que los ojos de Kalimán entorpecen su cerebro, y para convertirlo en un esclavo ejemplar decide quemárselos. Un brebaje que le da Mogol hace que Kalimán pierda el conocimiento, y cuando despierta se encuentra en el suelo, con pies y manos amarrados a cuatro pilones. Sobre él se encuentra una gigantesca esmeralda que concentra los rayos del sol sobre sus ojos. Por dos días soporta el espantoso tormento, y al final del segundo día, sintiendo que sus fuerzas flaquean decide ponerse en comunicación telepática con Solín para despedirse, le dice que se siente morir. Solín, desesperado, informa a Mogol, y cuando éste llega donde está Kalimán lo encuentra muerto. Decide cremarlo, y Solín insiste en acompañar el cadáver de su amigo. Una vez que Mogol y sus hombres sin ojos se alejan, Kalimán vuelve a la vida, había estado realizando un experimento de actus mortis y no podía advertir a Solín para que los sentimientos del niño acerca de su muerte fueran reales y no dieran razón a Mogol para sospechar. Con Solín en sus brazos Kalimán corre a través de las llamas y escapa de su pira funeraria. Sin embargo una vez fuera le confiesa a Solín que la intensa luz sobre sus ojos le ha robado la vista, Kalimán está ahora ciego.

Mientras tanto un batallón del ejército peruano comandado por Montiel y Ramírez avanza rumbo a Sicuaní. Comahué y sus hombres vigilan todos sus movimientos, y cuando el ejército enemigo entra a un cañón entre dos montañas, el falso hijo del sol lanza una flecha en llamas hacia el cielo. Inmediatamente se producen una serie de explosiones que hacen temblar la tierra. Las montañas a lado y lado del cañón empiezan a desmoronarse, y un gigantesco derrumbe cae sobre Montiel, Ramírez y los soldados que lideraban. Montiel muere sepultado por toneladas de rocas, al igual que muchos de sus hombres. Ramírez sobrevive, pero no tiene más remedio que regresar derrotado a Lima.

A su regreso a Sicuaní y emocionado con su triunfo Comahué decide llamar a Rosalba a su lado para disfrutar de su amor. Inicialmente la joven trata de reprimir la intensa revulsión que le produce estar con Comahué y comportarse como una autómata, pero llega un momento en el que no puede soportar más los besos del criminal y se separa de él asqueada. Comahué, sorprendido, descubre que Rosalba ya no tiene la esmeralda incrustada en su cráneo, y cuando le pregunta qué fue lo que pasó ella le explica que Kalimán le devolvió su voluntad. Furioso, Comahué decide encarcelar a Rosalba, en cinco noches será ejecutada.

Irimá mientras tanto no puede dejar de pensar en sus conversaciones con Kalimán. Las acciones de Comahué le parecen indignas de alguien que se haga llamar Hijo del Sol, y también él empieza a sospechar que pueda tratarse de un impostor. Sabiendo que el indio José María tiene información acerca de las sospechas de Kalimán, Irimá decide ir a las minas de oro y rescatarlo. José María, agradecido, le cuenta detalladamente a Irimá todo lo que sabe acerca del falso Hijo del Sol, aunque sin pruebas no lo logra convencer del todo. Sin embargo Irimá accede a dejar escapar a José María para que vaya al Valle de las Sombras y, si puede, ayude a escapar a Kalimán.

Kalimán y Solín deciden escapar del Valle de las Sombras a pesar de la estrecha vigilancia de los hombres sin ojos. Manteniendo el viento en contra Kalimán sabe que sus captores no lograrán escucharlo, y usando a Solín como lazarillo empieza a descender por un acantilado. Poco después Kalimán y Solín se encuentran con José María, quien les explica lo que ha pasado. Sin embargo cuando Kalimán le dice que está ciego todas las esperanzas del indio se derrumban. Kalimán decide entonces buscar las Fuentes de la Vida, unas aguas milagrosas que según antiguas leyendas incas curan los males de los hombres. José María no está muy convencido de que esa sea la mejor desición: las Fuentes de la Vida son una leyenda y nadie está seguro de que en realidad existan. Además la leyenda afirma que se encuentran en lo alto del monte Iguazú, una montaña que aunque cercana es increíblemente difícil de escalar. Kalimán insiste en buscar las Fuentes de la Vida para curar su ceguera, y da instrucciones a José María para que regrese a Sicuaní para acompañar a Rosalba en las oscuras horas que se avecinan; si para dentro de cuatro días no regresa, José María deberá pensar que Kalimán ha muerto. Luego, Kalimán y Solín se encaminan hacia el monte Iguazú.

Pekembá ruega a Comahué que inicien la fuga, cree que los nativos pronto se darán cuenta de que han sido engañados. Sin embargo Comahué quiere hacer un asalto más: los indios paracas de la orilla este del lago Titicaca tienen fama de ser feroces guerreros y de guardar muchísimo oro. Cuando Comahué parte a atacar a los paracas, Pekembá queda muy intranquila, sospecha que Comahué puede llegar a traicionarla, como Kalimán le advirtiera en su entrevista. Decide escapar ella sola con el oro, y para eso libera a Rosalba de su prisión: la nativa habla quechua, y Pekembá quiere aprovechar la ausencia de los hombres de Comahué para obligar a las mujeres y ancianos de Sicuaní a llevarle los tesoros. Sin embargo Rosalba se niega en redondo a ayudarla. Pekembá amenaza con matarla, pero Rosalba le dice que las leyes incas la protegen: si Pekembá asesina a Rosalba, los incas la matarán a ella. Pekembá decide esperar y regresar a la nativa a su prisión, y Rosalba constata que Pekembá y probablemente también Comahué tienen miedo a pesar de las apariencias.

El jefe de la tribu paraca se rehusa a entregarle a Comahué sus tesoros, así que el falso Hijo del Sol desencadena un terremoto y luego ordena a sus hombres que masacren a los habitantes del pueblo y roben sus riquezas. El asalto es extremadamente sangriento, pero Comahué logra imponerse y emprende el camino hacia Sicuaní cargado de tesoros.

El ascenso del monte Iguazú resulta ser extremadamente difícil, aún si con el tiempo Kalimán va desarrollando una especie de sexto sentido que le permite discernir sus alrededores. En cierto momento las fuerzas parecen abandonarlo y cae desfallecido a los pies de Solín. El niño no se explica la razón de la súbita flaqueza de su amo, pero él pronto le explica que se encuentran en un sitio donde corvengen energías negativas del cosmos, exactamente de signo contrario a las que le dan sus poderes en las lejanas tierras del Tíbet. Apoyado en Solín Kalimán hace grandes esfuerzos para salir de la zona negativa antes de morir. Lo logra, pero exhausto tiene que buscar abrigo para descansar.

José María mientras tanto llega a Sicuaní y encuentra a Rosalba atada con cadenas al muro de su calabozo en espera de ser ejecutada. Se acerca a ella y en la oscuridad le explica lo que ha pasado desde que se vieron por última vez: su escape de las minas ayudado por el jefe Irimá, su periplo hasta el Valle de las Sombras, y su entrevista con Kalimán, quien según él aún espera regresar curado de su ceguera para rescatarlos. Pero José María no se ha percatado que alguien más escucha su relato entre las sombras: la princesa Pekembá, quien inmediatamente ordena a sus guardias que José María sea encadenado junto a su novia.

Cuando Kalimán y Solín llegan a la zona de nieves eternas del monte Iguazú, Kalimán empieza a pecibir una extraña sensación, como si estuviera cerca de un paraíso, y ante la desesperación de Solín avanza con pasos certeros hacia un abismo sin hacer caso de las advertencias del niño. Kalimán termina cayendo al vacío, y Solín, creyendo que Kalimán va hacia su muerte decide seguirlo. Los dos amigos atraviesan en su caída una barrera de niebla y se ven de pronto en un vergel, un exhuberante jardín tropical donde podrán descansar, comer y reponer sus fuerzas. Al otro día Solín encuentra un riachuelo, y siguiendo su cauce río arriba también un manantial. Kalimán confía de que se trate de las Fuentes de la Vida, se despoja de su casaca y se lanza al agua. Minutos después regresa, la luz ha retornado a sus ojos.

Mientras tanto Comahué regresa después de otra oleada de triunfos lleno de riquezas a Sicuaní. Allí Pekembá lo espera con la noticia del regreso de José María y especialmente de la traición de Irimá, y así el guerrero indio es capturado y encarcelado junto a Rosalba y José María; al otro día será ejecutado junto con ellos. Rosalba decide que no permitirá que los dos hombres sean ejecutados y se hace conducir ante Comahué. Allí le propone un trato: ella se convertirá en su esposa, la princesa Quimbaya, sin oponer resistencia si el falso hijo del sol respeta las vidas de José María e Irimá. Comahué acepta el trato pero nunca tiene ninguna intención de cumplirlo: esa noche Rosalba será por fin suya, y al otro día matará a Irimá y José María de todas maneras.

Comahué y Pekembá deciden apoderarse del oro de sus soldados en preparación a su huída. Para eso Comahué reúne a sus guerreros en el patio central de la ciudad y les ordena despojarse de todo su oro y reliquias y entregárselas a él, el Hijo del Sol. Ante esa orden, los guerreros incas muestran por primera vez signos de rebelión, muchos de ellos se rehusan a entregar sus riquezas. Mientras afuera reina la confusión Comahué regresa a su palacio, donde en un oscuro rincón aparta unas pieles de leopardo que ocultan un aparato de radio. Lo acciona, y poco después se escucha la voz de un hombre en el aparato, un tal Eric, a quien Comahué da instrucciones para que esté atento a su señal esa misma noche: los indios parecen rebelarse a sus órdenes y necesitan un escarmiento. Comahué y Eric se tratan de una manera muy colegial, son obviamente cómplices que han trabajado juntos por bastante tiempo.

Después de cortar la comunicación con Eric Comahué descubre que la princesa Pekembá está en sus habitaciones y lo ha escuchado todo. Furiosa, la mujer confronta a Comahué pidiéndole explicaciones, ella nunca supo que hubieran más personas involucradas en su plan de embaucar a los indios y ahora se da cuenta que parte de sus ganancias van a tener que ser entregadas a otros cómplices. Comahué, fastidiado con su confrontación con Pekembá decide que esa es una oportunidad para deshacerse de ella, algo que había tenido en mente desde un principio, y mientras que la mujer intenta salir del edificio quizá con intenciones de delatar a Comahué, éste le atraviesa el corazón con una flecha. Pekembá cae al suelo, muerta, y Comahué tira su cuerpo a un foso de cocodrilos que existe debajo de la habitación principal de su palacio. Afuera, los guerreros incas ya están en franca rebelión. Con gran teatralidad y aparentando infinita majestad Comahué sale de su palacio, pone una flecha en llamas en su arco y la dispara hacia el cielo, e inmediatamente un gigantesco terremoto cimbra la ciudad hasta sus cimientos, haciendo estremecer edificios y derrumbando muchas de las pirámides. Los indios caen entonces de hinojos suplicando misericordia, y obedientes empiezan a despojarse de sus riquezas.

Durante ese día Kalimán y Solín se apresuran a bajar del monte Iguazú, y al anochecer llegan a Sicuaní. Desde las murallas de la ciudad contemplan un espectáculo asombroso: Rosalba, ricamente ataviada, se dispone a ser convertida por el anciano Zacchú en la esposa de Comahué. Kalimán está empeñado en impedir esto, y lanza un dardo somnífero contra el cuello de la muchacha, quien se desploma aparentemente sin vida. La ceremonia tiene que ser interrumpida y Comahué, furioso, regresa a sus habitaciones, donde se encuentra con un Kalimán que lo espera para atraparlo. Kalimán se lanza contra Comahué, pero el malhechor logra activar un mecanismo que abre una trampilla en el suelo de la habitación y Kalimán cae en un profundo foso. Luego Comahué se torna contra Solín y lo tira junto a su maestro, quien ha caído en el pozo de los cocodrilos. Sintiendo una corriente de agua, Kalimán toma de la mano a Solín y se sumerge en las aguas del pozo mientras los cocodrilos nadan tras ellos. Durante un largo rato son arrastrados por fuertes corrientes, y eventualmente logran emerger en un río que los conduce fuera de la ciudad.

Una vez vuelven a pisar tierra, Kalimán percibe un extraño sonido, la estática de una transmisión eléctrica. El sonido viene de lo alto de una montaña cercana, y Kalimán decide acercarse a investigar. Descubre una cueva en la que dos hombres manejan los controles de un radiotransmisor: Eric y su cómplice Rudolph están llamando a Pierre Lafont, quien no es otro que el guerrero Comahué ordenándoles a sus cómplices que preparen a escapar. Cuando Kalimán escucha la voz de Comahué en el radio descubre de pronto toda su patraña: la cueva donde están Eric y Rudolph está llena de toneladas de dinamita y nitroglicerina, además de mapas geológicos de las montañas de las inmediaciones de Sicuaní; las flechas en llamas que Comahué lanzaba al aire eran señales para que sus cómplices desde su escondite hicieran estallar toneladas de explosivos que habían colocado previamente en sitios estratégicos que al estallar hacían temblar la tierra y derrivaban montañas enteras. Inicialmente los cómplices de Comahué eran tres, pero uno de ellos, el francotirador que Kalimán, Solín y José María encontraran semanas antes en Machu-Pichu, murió despeñándose por las cumbres andinas.

Kalimán y Solín son descubiertos por Eric y Rudolph, quienes armados con pistolas se lanzan contra ellos. Tienen que huir hacia la entrada de la cueva y tratar de esconderse en el acantilado que existe inmediatamente bajo su entrada. Debido a las irregularidades del terreno Eric y Rudolph no consiguen obtener una línea de tiro apropiada, y así Kalimán y Solín logran salvarse de sus balas, pero vigilados por Rudolph no pueden escapar.

En Sicuaní otra persona también ha oído la comunicación de Comahué con sus cómplices: Zacchú, quien de repente se da cuenta del engaño y furioso confronta a Comahué. Esto prueba ser un grave error, pues Comahué no tiene reparos en asesinar al anciano de una puñalada para evitar ser delatado. Eric vuelve entonces a llamar por radio a Comahué y le informa de lo que ha sucedido: han sido descubiertos y Kalimán se encuentra muy cerca de ellos, agazapado en los riscos del acantilado. Comahué le sugiere a su cómplice destruir la vereda que sube al acantilado donde está Kalimán con dinamita para así atrapar ahí a su enemigo. Sin embargo debe esperar su señal para encender la dinamita; los incas, quienes desde Sicuaní pueden ver la entrada de la cueva, deberán creer que la explosión ocurre debido a los poderes sobrenaturales de Comahué. Poco después el falso Hijo del Sol reúne a sus guerreros en la plaza central de Sicuaní. Hace traer a Irimá, José María y aún a la misma Rosalba, quien ya ha despertado de los efectos del dardo somnífero, y señalando la cueva en la montaña que se yergue enfrente de la ciudad hace ver a los nativos las figuras de Kalimán y Solín agazapados entre los riscos. Majestuosamente proclama que es hora de acabar de una vez por todas con Kalimán, y tensando su arco lanza una flecha encendida hacia el cielo. La explosión que sobreviene es ensordecedora, y Kalimán y Solín se ven de pronto atrapados en una pequeña saliente de la que no parece haber ningún escape. Sin embargo, Kalimán ordena a Solín montar sobre sus espaldas, y ante las miradas atónitas de los indios que miran desde abajo lentamente empieza a ascender las paredes cortadas a filo del risco. Logra llegar a la entrada de la cueva, pero descubre que los cómplices de Comahué han escapado y que cualquier salida de la cueva ha sido cortada por la explosión.

Comahué, mientras tanto, se dispone a salir de Sicuaní. Fingiendo haber recibido órdenes directas de Pachamac perdona las traiciones de Irimá y lo deja a cargo de la ciudad, él mismo emigrará con un puñado de nativos selectos a las tierras del norte para iniciar la guerra contra el hombre blanco, sin embargo se llevará el oro de sus saqueos. Rosalba y José María deberán ser asesinados. Irimá decide cumplir con la orden de Comahué; a pesar de las protestas de José María y Rosalba decide que Kalimán nunca logró probar nada y él tiene una obligación religiosa de obedecer las órdenes del Hijo del Sol. Mientras Irimá se prepara a asesinar a sus amigos, Kalimán y Solín dan los toques finales a un parapente gigantesco que han armado con restos de carpas, pedazos de leña, tuberías y otros materiales que encontraron en la cueva en la que por tantos meses vivieran Eric y Rudolph. Kalimán, llevando un paquete de dinamita en la mano y a Solín sobre sus espaldas se lanza al vacío ante la mirada estupefacta de las huestes de Comahué, y cuando aterriza en la plaza central de Sicuaní les muestra a los indios la fuente de los poderes supuestamente sobrenaturales del falso Hijo del Sol.

Descubriendo por fin el engaño cientos de nativos se lanzan en persecución de Comahué, quien para entonces se ha reunido con sus cómplices Eric y Rudolph. Sin embargo Comahué lleva muchísima dinamita consigo, y viéndose perseguido hace volar en pedazos la vereda que sube desde Sicuaní hacia la montaña, los indios se ven así imposibilitados para perseguirlo. Kalimán sin embargo no está dispuesto a dejar escapar a los malhechores, y usando un arco que Comahué dejara tirado lanza una flecha encendida hacia la cueva en lo alto de la montaña. La flecha entra en la cueva y logra encender las muchas toneladas de explosivos almacenadas allí. La explosión que sobreviene es ensordecedora, y la montaña por la que huyen Comahué y sus secuaces se cimbra hasta sus cimientos; ahora la vereda de la montaña está cortada en ambas direcciones. Ante la furia infinita de Comahué, los indios que cargan con su oro deciden dejar los tesoros en la montaña y se lanzan a la fuga, bajando cuidadosamente por el empinado acantilado. Sin embargo Comahué y sus cómplices no quieren abandonar su oro e inician el ascenso por el precipicio cargados con muchos kilos del metal. De pronto una segunda explosión en la cueva hace estremecer de nuevo la montaña y los tres malhechores, Comahué, Eric y Rudolph, pierden pie y se precipitan al vacío. Los tres mueren al estrellarse entre las rocas centenares de metros más abajo.

Durante los días que siguen Irimá y los otros nativos arengados por Comahué regresan a sus lugares de origen. José María y Rosalba anuncian a Kalimán su firme intención de casarse, y también regresan a su hogar en el Cuzco. Kalimán y Solín regresan a Lima llevando consigo la Máscara del Sol, la cual entregan a un inspector Ramírez que ante la evidencia abrumadora de la culpabilidad de Pierre Lafont y Vivian Brett por fin se muestra dispuesto a creer en su inocencia. Días más tarde y acompañados por el inspector Ramírez, Kalimán y Solín dan por terminada su visita al Perú, y a bordo de un avión se alejan en busca de nuevas aventuras.

NÚMERO DE EPISODIOS[]

102

BITÁCORA[]

Los episodios de las radionovelas de Kalimán no fueron numerados originalmente. Si te interesa saber el número de un episodio en particular de la radionovela, puedes comparar la primera frase del episodio que te interesa con la bitácora que reproducimos aquí.

CREADORES[]

  • Original de
    • Rafael Cutberto Navarro Huerta
    • Modesto Vázquez González
  • Libreto
    • Héctor González Dueñas (Víctor Fox)
  • Tornamesa
    • Juan Gerardo Moreno
  • Consola
    • José Antonio Macías
  • Efectos Físicos y especiales
    • Guillermo Rodríguez
Advertisement